La Pedriza, 23 de noviembre de 2008Relato: Jesús Zunzunegui |
Hoy es un día diferente. No porque quedemos en otro sitio distinto al habitual: La Charca Verde, en Manzanares. Ni porque lo hagamos a otra hora: las 9:00 en punto.
La diferencia la marca un nuevo fichaje que incorporamos al grupo de escalada. Pili se estrena (si no contamos con lo que hizo el día de La Tortuga, que, seamos sinceros, también lo hizo mi hija de cinco años) en este mundillo de la escalada con una vía sencilla (al menos para Bienve).
Tengo que reconocer que el desayuno ese día también fue diferente a lo que estamos habituados, porque no se yo si unas porras son el mejor comienzo para un día de escalada, pero supongo que tampoco lo es el decir que no puedo antes del primer metro, gritar socorro en mitad de la vía o subir en artificial pisando el brazo de tu compañero de escalada, pero vayamos por partes.
No se me puede olvidar que el ambiente de la Charca Verde tampoco era el habitual de “pedrizeros”, porque en la esquina de la barra había un grupo de trasnochadores, entre los que se encontraba una señorita que presumía de que “yo con mi maguiiiido en cuegtión de seeeexo lo he hecho todo todo todo”. En otras circunstancias yo, que soy un seguidor fiel y fan reconocido de Rocco Siffredi, la hubiera replicado, pero asumía que habíamos venido a escalar ¿no?
Después del “briefing” que nos hizo Bienve en el bar, decidimos repartirnos en dos grupos, uno que iría a la Herreros, en la Cuarta Buitrera, vía que le tenía ganas Paco desde hacía tiempo, y el otro que intentaría la “sencilla” Espolón de Peña Sirio.
Sin más nos dirigimos con nuestros coches a Canto Cochino. Por cierto, algún día vamos a quedarnos fuera, cada vez está más lleno a esas horas. Desde luego el día (a priori) acompaña, al menos luce el Sol, pero hace un frío de justicia por lo menos para escalar.
Nos despedimos de Antonio y Paco, pensando que, teniendo en cuenta el trabajo que teníamos cada uno por delante, regresaríamos a los coches mucho antes que ellos. Craso error como se suele decir.
Peña Sirio es una elevación perfectamente visible desde Canto Cochino, y para dirigirnos a ella emprendemos el camino de la derecha nada más cruzar el primer puente sobre el Manzanares, para girar a la izquierda una vez traspasado el que cruza el arroyo.
Con nuestro objetivo siempre a la vista, es fácil encontrar el camino que nos lleva directamente a la cumbre. Muy empinado y con alguna que otra dificultad, nos llevará aproximadamente 1 hora desde Cantoco alcanzar la base de la peña (Coordenadas: N 40º45.283’ W003º53.207’) donde podremos dejar nuestras mochilas y empezar a equiparnos. Bienve nos cuenta que, al parecer, la antigua subida a la peña quedó impracticable por un desprendimiento hace unos cuantos años. Seguro que era mejor que la actual. Por lo menos, está muy bien señalada con multitud de hitos.
Dada la facilidad de la vía, me toca a mi hacérmela de primero entera. Asi evitamos cambiar cuerdas en la cordada de tres y de paso me estreno en mi primera vía completa de primero. Todo sea que no me estrelle además de estrenarme, pero quién dice que no…
La primera sorpresa que nos depara la sencilla escalada es que no somos los primeros (ni los últimos) en haber pensado que hoy era un día estupendo para “atacar” el Espolón. Por delante nuestro tenemos un grupo de escaladores que por su edad bien podían haber abierto la mitad de las vías de La Pedriza, asi que nos armamos de paciencia hasta que poco a poco (muy poco a poco) van subiendo hasta la primera reunión y se organizan las cordadas ayudados por la tecnología punta de unos walkies mediante los que se intercambian mensajes:
- Oye, que te bajo la cuerda atada a la verde, cambio
- Pero ten cuidado a ver si va a pasar el nudo por las express, cambio
- Tranquilo que sólo tienes una, la de al lado de la reunión, cambio
- Me oyes, cambio
- Que si me oyes, cambio
- Joder, qué pesado, a ver si se entera de que si no le contesto es porque no puedo…
La verdad es que de esta forma, por lo menos, se conserva la voz (y la tranquilidad de la montaña), porque nuestros diálogos son más bien del tipo:
- ¡Bieeeeeeeeenve suéltame!
- Estás sueltoooooo
- Recoge cuerda
- Valeeeeee
- ¡Sube!
Con buen criterio Pili dice que para la próxima se trae los walkies de la Barbie que hace tiempo que ya no utilizan las niñas.
El primer largo es un canal de 20 metros (IV), con su mayor dificultad en el inicio del mismo, y que se asegura mediante un tornillo viejo en el principio del largo al que hay que anudarle un cordino. Una vez superado, se hace la reunión en un químico, aunque debido al atasco la preparo con un par de friends en la grieta que está inmediatamente antes.
Como comentaba, tampoco somos los últimos en llegar. Un poco más tarde y mientras esperábamos al avance de la madre de todas las cordadas, llegó otro grupo de cinco escaladores (y una perrita) que viendo el panorama que tenían por delante, decidieron iniciar el primer largo por un atajo.
Asi que aquí me tenéis, atrapado antes de la primera reunión, por la derecha los “chicos de oro” y por la izquierda superado por cinco colegas con la perrita Laika en la mochilla, joder, que sube más rápido que yo. Al fin y al cabo, pienso, el primer animal que subió a la estratosfera fue una perra, la historia se repite.
Bueno, le toca a Pili. Lo primero que sale de su boca nada más poner el pie en la grieta es ¡no puedo! Así que Bienve, empleando su habitual paciencia, tiene que invertir unos minutos en convencerla de que si que puede. Total, la verdad es que con el panorama que hay por delante, no tenemos prisa. Sin más novedades nos juntamos en la reunión y me preparo para afrontar la pequeña travesía del segundo largo (40 metros, V-), nuevamente la parte más complicada del mismo.
Aunque ni la adherencia ni las travesías son lo mío (si, es verdad, lo reconozco, si esto no es lo tuyo te queda poco que hacer en La Pedriza) me armo de valor y después de un pequeño resbalón inicial y ayudado por el ojo clínico de Bienve para visualizar los pasos, la supero sin problemas.
- ¿Ves el garbanzo negro un poco más a la izquierda de tu pié? Pues ponlo encima
Dame un punto de apoyo y moveré el mundo, decía Arquímedes, pero joder, un garbanzo negro…
Después de la travesía la verdad es que el largo se termina por una pared de setas con excelentes agarres, que más bien parece una escalera.
Yo no alcanzaba a oír desde la reunión, pero me cuentan que Pili pedía socorro mientras hacía la travesía, a la vez que Bienve se esforzaba en colocarla los pies en los apoyos al mismo tiempo que escalaba.
El tercer largo (40 metros, IV) es muy sencillo tanto por inclinación como por agarres si se utiliza el muro fisurado, con la única salvedad de que no hay ninguna protección por lo que es de los sitios más expuestos de la vía y donde, como dice Bienve, no te puedes caer. Me cae una pequeña bronca porque no llevo las cuerdas de los segundos (bueno, la rosa, la de Pili) lo suficientemente tensas…problemillas técnicos que no merece la pena comentar en público.
Afrontamos el cuarto largo (40 metros, V-) saliendo por la izquierda y utilizando la línea de parabolts se llega hasta la siguiente reunión. La verdad es que sólo chapé dos, y uno de ellos era de estos que llevan el tiempo suficiente para tener ese color que tanta seguridad da.
Aquí nos encontramos nuevamente los tres grupos y mientras esperamos a que se despeje el panorama, vamos pensando si lo afrontamos directamente por el muro vertical (6a+) que está justo delante de la reunión, o por la izquierda en una progresión mucho más fácil (¿V?).
Finalmente, espoleado por Bienve decidimos tirar por la parte difícil. Poco a poco y después de tres o cuatro resbalones una vez chapado el primer seguro, conseguí superar la parte complicada de la vía, todo un logro ya que por amor propio no me colgué de ninguna express o similar. Aquí es donde Pili empleó todo su talento y consiguió superar la dificultad pisando a su compañero y a la vez colgándose de su cuerda, inventando una nueva forma de escalada artificial que está todavía por graduar.
Y hasta aquí todo lo que dio de si la escalada, pero todavía el día nos deparaba alguna que otra sorpresa más antes de regresar a los coches.
La primera de ellas era el pequeño rápel volado de unos 15 metros que supone el principio del destrepe. El hecho de ser también el primer rápel de Pili nos complicó un poco porque al principio se negaba a bajar y cuando la convencimos de que no tenía más remedio (es sólo un pinchacito de nada, como nos decían cuando íbamos al médico) bajo chillando los quince metros. Hasta el punto de que las cordadas anteriores, que al principio se reían porque creían que era broma, se acercaron asustados a ayudarla.
Después de despedirnos de nuestros compañeros de escalada, que felicitaron a Pili por haber llegado tan lejos, empezamos con el destrepe, que lleva más de una hora y sinceramente es el más complicado al que me he enfrentado.
En uno de los saltos, Bienve mete un pie en un agujero tapado por hojas y casi se lo deja allí (esguince de tobillo dijo luego el médico). Ya pensaba que teníamos que llamar a alguien para que nos ayudara, porque el pobre Bienve en los primeros momentos tenía peor cara que los pollos de Simago. Pero sacó fuerzas de flaqueza y nos dirigió sanos y salvos al punto base, después de montar un par de rápeles para hacernos más segura la bajada. ¡Bien por Bienve!
Llegamos a Cantocochino a las seis de la tarde. Pili nada más montarse en el coche me dijo que no contase con ella para otra experiencia de estas…sin embargo cuando llegó a casa ya estaba ojeando los libros de vías de La Pedriza y los de técnicas de escalada, y al día siguiente ya me estaba preguntando que cuándo repetíamos, eso si, ¡una más fácil!
Algo tendrá el agua cuando la bendicen…